lunes, 8 de febrero de 2010

Las Viejas Cotorras Barrenderas

___Clasificación: Teoría del Comportamiento___

Toda vieja chismosa, escabrosa, sensacionalista, exagerada y obsesa compulsiva del cotilleo barrial, que se dedique a inventar rumores, tergiversar historias o largar veneno de su lengua de alguna manera, llevará el título de Vieja Cotorra Barrendera.

Meterse en la vida privada de los demás quizás sea los más penoso y miserable que puede hacer un individuo. Sin embargo, a estas Cerdas rancias les encanta, le genera puro goce el sólo hecho de salir a la calle con su escoba en busca de escandalizarse con algún chisme, para luego inflarlo y llenarlo de porquerías como a una piñata.

Cuando encuentran tema, se sospecha que utilizan un código para reunirse en bandada. Según los más entendidos, el sonido riguroso y continuo de una escoba barriendo es señal de que se busca charla, de que hay asunto para exprimir, tal vez una noticia escalofriante o quizás un simple suceso al que se le pueda sacar jugo podrido.
Ni bien las demás viejas son alertadas, se les ponen los pelos de punta como papagayo asustado y ni si quiera la novela de la cuatro de la tarde puede detenerlas.

Por ejemplo, si en la casa de la nueva y joven vecina ingresa un hombre mayor que ella, las Barrenderas no tardarán en cotorrear:
- Cotorra 1: "la nueva vecinita parece bastante ligera"
- Cotorra 2: "se ve que le gustan los maduros"
- Cotorra 3: "yo creo que el señor que entró es el director gay de la clínica de acá la vuelta y ella debe de ser lesbiana, claro, él hará de mujer y ella de hombre"
Cuando en realidad el señor en cuestión es el padre que vino a instalarle la calefacción.

No obstante, todos los prejuicios y perjuicios no sólo están relacionado con el qué y quién, sino también con el cuándo y cómo.
Particularmente, prefiero despertarme por el estruendo seco de una bomba o el derrumbe de algún edificio vecino y no antes de la siete de la mañana por el cuchicheo agudo de las Barrenderas, que perforan el sueño como si una hilera de cuchillos afilados entraran lentamente por los oídos.

No puedo imaginarme a qué hora se acostarán estas señoras para que a las seis de la mañana anden regando las plantas de su jardín o balcón.
Hay que decir que las primeras en levantarse son las dinosaurios más avanzadas de edad, aquellas que ni los paleontólogos podrían calcularle la edad, y como no escuchan bien, la conversación se desarrolla a plenos gritos desaforados:

- "buen día, doña Catalina, yo tenía una planta igual a la suya, pero me la ha destrozao el gato"
- "sí, hay que regarlas porque sino se nos mueren, vio"
- "no, lo que digo es que me la ha destrozao el gato" - grita más fuerte -
- "ah, eso es lo que tiene los gatos ¿sabe lo que le ha pasao al gato de doña Blanca?"
- "¿qué lo que le ha pasao a ese bicho?"
- "se lo ha matao el don Julio, porque le andaba rompiendo el tejado se ve. Y luego se lo comieron"

En honor a la verdad, a todos alguna vez la tercera generación nos causó lástima. Es que la locura a cierta edad no conoce de límites: hace poco tiempo doña Olga creía ser el oráculo del barrio, a quien todos debían consultar. Si la hubiesen visto cómo agarraba el palo de su escoba convencida de que ahí se concentraba todo el poder y la fuente de información. Nada más triste.

Otras de las cualidades de las Viejas Barrenderas, es que son sumamente caseras y supersticiosas. Se niegan a salir más de quinientos metros a la redonda de su casa y les fascina encender una vela junto a la estampa de San Cupertino con el fin de que sus nietos saquen buenas notas en los exámenes de bachiller, entre otros conjuros más turbios. También son grandes lectoras del horóscopo - como si pudiera existir sólo doce posibilidades para millones de personas -

Por otra parte, fácilmente se podría suponer que los cuentos de las viejas brujas fueron inspirado en las Viejas Barrenderas, de lo contrario asustaría su ajustada analogía. Incluso se cree que todas esas fábulas no persiguen otro objetivo más que el de dar aviso de quienes son las verdaderas pérfidas.

Por último, muchos cometen el error de creer que la mayoría de las Cotorras son viudas, pero lo cierto es que la mayoría de sus maridos son los Viejos Silbadores con Boinas, quienes prefieren salir de su casa para caminar - siempre con las manos en los bolsillos -, sentarse en una plaza o detenerse en una obra de construcción a observar su funcionamiento por varias horas, con el único objetivo de mantenerse alejados de sus mujeres.

Las Loras Modernas

Como si todo lo anterior fuera poco, Las Loras Modernas son el último grito. Inmunes a la vergüenza, estas mujeres treintañeras se fusionan con sus mejores amigas - cada una tiene catorce o quince mejores amigas - para pasar largas horas cotilleando, que, para peor, lo hacen orgullosas y sin escrúpulos.

Esta especie siempre intenta buscar un clima cálido lejos de los posibles machos dominantes, por eso, cuando se reunen en grupo, suelen hacerlo en restaurantes o en el apartamento de alguna Lora soltera, pero no sin antes haberse dado un "golpecito" telefónico de no menos de cuarenta minutos, a modo de entrada previa al plato principal.
Digamos que entre ellas y las Viejas Barrenderas sólo hay una línea fina que las divide: el antes y el después de la menopausia, todo lo demás sigue siendo moneda corriente.

Está de más decir que las Loras Modernas a la larga se convertirán en Viejas Cotorras Barrenderas, es su destino evidente e irrebatible.©

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